jueves, 22 de septiembre de 2011

Lo podríamos haber tenido todo


Los recuerdos te asaltan en el peor de los momentos. Sólo hace falta un segundo, un objeto y estás perdido. Porque tu mente te atormentará con las imágenes más felices de tu vida. Risas, bromas, persecuciones que acaban en caricias, abrazos, besos. Aquí todo vale. Y lo ves, tan claro como si estuviera pasando, y te acuerdas de todo. De lo que le has querido, de lo que os habéis dicho, de las promesas, de las miradas. Te acuerdas de todo ese amor y te preguntas a dónde ha ido, dónde se ha escondido ya que ahora no lo encuentras. Tan cerca, todos los días ahí, frente a él, pero en realidad está a años luz de distancia.

Recuerdos. Otra vez, no puedo evitarlos. Intento esquivarlos, mirar para otro lado, pero es inútil. Son insistentes. Y sí, no estoy bien. Puedo ocultar mis sentimientos, acallar las lágrimas y sonreír. Pero sólo por unas horas. Le echo de menos, no sé por qué, pero lo hago. Y resisto, me hago más fuerte con cada paso, aunque siempre hay una vocecita que me dice: ¿qué has hecho? ¿por qué? No sé si todavía nos pertenecemos, si algún día se cruzaran nuestras miradas y lo arreglaremos, si esto es sólo una parada antes de la siguiente ruta. Pero, ¿qué pasa si nunca decimos lo que realmente sentimos, si jamás derribamos los muros que nos separan? ¿qué pasa si nos alejamos tanto que nos olvidamos de todo lo que sentimos? ¿qué pasa si ya no recuerdo por qué te amaba? ¿qué pasa si nos pasamos la vida fingiendo? Manteniendo en secreto cada paso que damos. Alejándonos cada vez más. Escondiéndonos y mintiendo a todo el mundo. Y es una pena, porque si tú sintieras lo mismo… que más da, ¿cómo voy a saberlo?