jueves, 26 de noviembre de 2015

Me hubiera gustado poder parar el tiempo aquella noche. Y quedarnos eternamente en aquella calle, en aquel instante. Quería hacerlo, de verdad. No me refiero a parar el tiempo en el momento en el que me besaste y me dijiste te quiero, no te equivoques, pararlo antes. Antes de que todo se estropeara con ese gesto. Porque ahora, sabiendo lo que sé, me gustaría poder quedarme congelada en esos instantes en los que todo iba bien y ni tú ni yo habíamos hecho nada por lo que nos odiaríamos después durante años.

domingo, 22 de noviembre de 2015

Pensé que podría haberte conocido.

No sé si alguna vez llegamos a conocernos. No me refiero a un simple escrutinio, a unas pocas palabras de cordialidad, a una opinión plana y sin fondo. No, yo me pregunto si nos conocimos de verdad. También me pregunto hasta qué punto fue, hasta qué escondrijo entraste y me descubriste. Me pregunto si llegaste a identificar mis emociones por mi tono de voz; si reconocías que me acercaba por el sonido de mis pisadas; si entendías mis temores, mi rabia, mi odio y todas esas emociones oscuras, que a veces me hacen pensar que no soy buena persona, que así no me va a poder querer nadie. Me pregunto si llegaste a reconocer cada parte de mi cuerpo por la textura de mi piel, si entendiste mis cicatrices. Y me lo pregunto, porque los días han ido pasando sin darme cuenta, tan lentamente que ahora se me ha hecho corto. El tiempo ha sido tan sigiloso como lo fuiste tú el día que te fuiste. Traicionero, sutil, letal. Y ahora sólo recuerdo de ti anécdotas incoherentes, que no concuerdan con lo que yo creía que llegamos a tener.

Y quizás es mejor que no lo sepas, sí, probablemente no deberías saberlo. Pero aquella noche, aquella última noche, cuando nos despedimos en aquel parque, volví a casa con un único pensamiento en mi cabeza. Pensé que durante unos segundos, tan efímeros que a veces dudo de si existieron de verdad, estuvimos justo en el mismo lugar. No físicamente, claro, físicamente estuvimos en el mismo sitio muchas veces. Me refiero a otro plano, uno en el que yo deje de ser yo y tú dejaste de ser tú y fuimos uno solo. Nos fundimos por unos instantes de comprensión tan extraños como atrayentes. Pero después de esa noche ya no volví a verte. Por eso no puedo dejar de repetir en mi mente aquel momento. Quizás lo recuerde hasta que vuelva a verte. Quizás se me olvide en el momento en el que tú me recuerdes.

Y es una pena, porque podría haber sido la perfecta amante. La de la insaciable curiosidad por conocerte, la de la comprensión infinita. Podría haberte consolado cuando te asediasen las desgracias. Podría haberte besado con infinito ardor cuando me devorases con la mirada. Podría haber fingido que todo iba bien incluso cuando sabía perfectamente que todo estaba mal. Podría haberte querido más que a nada…

Podría haber pasado todo eso.
Sí, podría.
Pero ya sabes que el futuro no se escribe en condicional.
Que el condicional sólo sirve para cosas,
que no ocurrirán jamás.
Podría, claro que podría.
Pero al final no podré.