jueves, 20 de diciembre de 2012

No air


Me he envasado al vacío. Al final parece que el aire no es tan necesario como nos habían dicho. Es otra vez más de lo mismo. Fingir, hacer como que respiras para que no te miren raro. Pero en realidad no estoy respirando. Se está mucho mejor así.

Ya, ya lo sé. Ahora es cuando vienes y me dices con ese tono de reproche tan propio de ti, que me estoy equivocando, que no voy por buen camino. Pero ya deberías saber que yo siempre elijo el camino más complicado. Y en el fondo soy consciente de que me estoy equivocando, pero no me importa.
Aunque, ya que estás, no te vayas. Quédate conmigo y abrázame fuerte. Sí, así, como hacías antes. Desde que ya no estás hago muchas locuras, ¿sabes? Creo que te echo de menos. Creo que deberías volver.

domingo, 14 de octubre de 2012

Miss nothing


Ya me he acostumbrado a ir a tientas, sin poder distinguir forma alguna, dejándome guiar sólo por lo que toco, escucho y siento, sin usar la vista. Me preguntaste una vez cómo sería estar sin ti. Es sencillo, sólo tienes que imaginar un largo día sin poder ver nada. Los ojos velados, las cavidades vacías. Eso es un día sin ti. Oscuridad, la más pura y densa que puedas imaginar.  Es lo único que puedo sentir cuando tú no estás a mi lado. Tú eres mi luz, mis ojos, mi ser. Juntos somos indestructibles, poderosos, magníficos. Pero separados…separados, amor, no somos nada.

martes, 28 de agosto de 2012

Falling down


Parece que se me olvida lo fácil que es caer, como si todo lo que hubiera vivido en el pasado no me sirviera de experiencia para no cometer los mismos estúpidos e incoherentes errores. Yo no soy tuya, hace mucho que ya no soy de nadie, no desde que pasó aquello. Y está claro que tú no eres mío, por lo de ser un alma libre y todo eso que te gusta tanto predicar. Y ya recuerdo por qué dejamos de vernos, pero tú parece que no lo haces. Porque vienes por la noche, de repente, te cuelas en el hueco que dejan mis suspiros con la pared y me miras de nuevo con esos ojos suplicantes, pidiendo perdón, pidiendo clemencia, pidiéndome que te bese de nuevo. ¡Y, maldita sea, no es mi culpa! Pero es que eres irresistible. Y, en realidad, aunque me niegue, aunque no quiera reconocerlo, es lo único que quiero. Es lo único que siempre he querido. Y tú también. Ya sabes que tú y yo somos iguales.

Me haces sentir bien, al menos el tiempo que estoy contigo. Y no dejo de tener esa sensación de que te conozco mejor que tú mismo. Pero es que también tengo la sensación de que yo me pierdo en cada suspiro que exhalas. Y no puede ser. Pero es que eres tan dulce… Oh, dios mío, estoy perdida. Esto puede convertirse en un mal hábito. Tú. Tú y tus ojos brillantes. Tú y tus palabras zalameras. Tú y tu sonrisa descarada. Tú y sólo tú. El problema es que al volver a casa, él me espera y con su ignorancia me hace sentir más culpable. Y me pregunta: ``¿Te lo has pasado bien en el teatro, cielo?´´. Y yo, tragándome las ganas de confesar y de suplicarle que no me deje caer de nuevo, le contesto: ``Sí, el próximo sábado voy a volver. Estrenan una obra buenísima´´.


jueves, 14 de junio de 2012

Despacito


Le veo. Se acerca muy despacio, como si no quisiera que me diera cuenta, pero lo hago. Y no sólo porque veo como los milímetros que hay entre nosotros se acortan, también lo noto porque su respiración cada vez se agita más y su corazón late tan fuerte que acabará despertando a los vecinos. Aunque no puedo protestar por eso, el mío también va a una velocidad desorbitada y emite tal sonido que ya podrían ser tambores o cañonazos.
Apenas hay ya separación y puedo sentir sus labios en mi piel. Suben, tan lentamente como se han acercado. Primero por el cuello, dulce, cálido. Barbilla. Mejilla. Comisura. Se detienen. Temblorosos, dubitativos, con miedo. Yo cierro los ojos. Sé que dentro de poco ya no podré pensar en otra cosa. No podré respirar nada más que el aire que salga de sus labios. Sabía que esto acabaría pasando. Y lo estaba deseando, no creas que no. Pero… ¿qué pasará cuando termine? ¿Cómo podremos mirarnos después a la cara? ¿Y mañana? ¿Qué pasará mañana?
Demasiadas preguntas. Voy a quedarme quieta, sí, eso voy a hacer. Seguiré cerrando los ojos con fuerza y desearé que no se vaya. Que se quede conmigo. Al menos toda la noche. Es muy probable que esté mal, que estemos cometiendo un error, que todo se rompa y nos arrepintamos. Ahora eso no importa. Te diría que tengo la fuerza necesaria para evitarlo y te estaría mintiendo.
Le estaba buscando. Desde siempre le he buscado. Y él me buscaba a mí. No hay otra explicación posible. Sé que a él le pasa lo mismo. Tiene que ser así.

lunes, 28 de mayo de 2012

Adiós

Fue una mañana eterna. Los nervios, la inquietud, las ganas de verle. Y por fin, después de pasar por un examen eterno de física, fui a la estación. Me monté en el tren con esa sensación extraña en el estómago que me dejaba siempre mal cuerpo. Nunca me han gustado las estaciones. Es un lugar frío, donde ves a gente llorando, despidiéndose, dejándolo todo atrás. Pero aquel día ni siquiera pensé en ello. Cerré los ojos, me puse mis cascos y deje que la música inundara mi cerebro.
Dos horas y media más tarde abrí los ojos, cogí mi bolsa de viaje y me bajé del tren. Lo que sentí en aquel momento es indescriptible. Verle ahí, en el andén, esperando, esperándome a mí, con una sonrisa que hacía que el sol estuviera celoso, con la mirada más tierna que un ser podía poner y notando sus ganas de abrazarme, de fundirnos, latiendo en el aire. Y eso es lo que hicimos. Me acerqué y nos fundimos en un abrazo que para mí duró eones pero  que en realidad no fueron más que unos segundos. Y eso sólo lo hacía más difícil. Porque yo estaba allí para decir que ya no más, que le amaba más que a nada pero que no podía seguir con aquello, que la distancia me estaba matando, que le echaba tanto de menos que ya no era capaz de razonar. Yo había ido hasta allí para decir adiós.
Pero, ¿cómo hacerlo? Estaba en sus brazos, le sentía junto a mí, transmitiéndome toda esa seguridad que sólo él me hacía sentir. Y lo más importante, sabía que al día siguiente, dentro de trece horas, tomaría un tren de vuelta que me alejaría de él de nuevo. Tenía que decírselo ya. Me estaba enamorando y no podía ser, había que cortar por lo sano y había que hacerlo ya.
Sólo un poco más, me dije. Así que salimos de la estación y nos perdimos en las calles. Él parecía que sabía lo que quería decirle e intentaba ponérmelo difícil. Fue tierno, encantador, adictivo. No podía dejar de mirarle, de reír, de besarle, de sonreír. Era feliz. Pero, ¿qué demonios estaba haciendo? Yo tenía las cosas claras al llegar. ¿Qué me estaba pasando?
Y entonces, después de una noche perfecta y una mañana de ensueño, se lo dije. Justo cuando quedaban pocos minutos para salir, sentados en un banco en la estación, contemplando las vías vacías. Le dije que lo sentía, que le quería pero que no podía. Le dije la verdad, que me estaba enamorando y que no podía ser, que estábamos demasiado lejos, que no iba a funcionar. No podía mirarle a los ojos. Estaba completamente rota por dentro, pero él lo estaba por fuera, y se notaba.
Me abrazó una última vez, enterrando su cara entre mi pelo para que yo no viera unas lágrimas que ya había presentido en sus ojos desde el principio. Y llegó el tren. Y me fui. Con la frente apoyada en la ventana, sin apartar mis ojos de los suyos. El tren se puso en marcha, dejándole poco a poco atrás, y mis labios, involuntariamente, soltaron un triste y solitario ``te quiero´´. 
¿Ves lo que te digo? Yo, de una forma o de otra, siempre acabo jodiéndolo todo. Siempre acabo haciendo todo lo posible para arruinar mi propia felicidad. ¿Qué le voy a hacer? Yo soy así.

martes, 1 de mayo de 2012

Ojalá


Invisible, mujer transparente, que te miro a los ojos y no te das cuenta de que te estoy viendo, no te das cuenta de lo que estoy viendo. No, así no vamos a ninguna parte. Ser incomprensible, siempre con la mirada perdida. Y ya lo sé, ya sé que alguien llegó y te congeló por dentro. Ya sé que alguien incoherente llegó y acabó con todo lo que tenías. Pero yo no tengo la culpa. Pequeño cubito de hielo, me gustaría acercarme más, pero no me atrevo. Con sólo imaginar un no de tus labios se me colapsan las neuronas, se me embota el cerebro. ¡Cuánta impasibilidad en un solo rostro! Estamos perdiendo el tiempo. Me pregunto si reaccionarías, si sentirías algo si te beso. Porque, criatura imposible, me he enamorado de ti.
Todo ha quedado atrás, abandonado por tu apatía. Tu piano, ya marchito de esperarte, tiene tanto polvo y se siente tan solo que no quiere sonar. Te has olvidado de él y eso que era lo que más querías. Aún recuerdo esas tardes en las que pasaba horas observándote, escuchando. Tus manos, ágiles y perfectas, desfilando por esas teclas de color marfil y haciendo la música más bella que había oído nunca. ¿Por qué ya no tocas, criatura desganada? ¿Por qué ya sólo te enfrentas a tu vida con ese rostro vacío e impávido? Supongo que será por lo que pasó aquella tarde, ¿verdad? ¿Sabes de qué estoy hablando? Sí, esa en la que llamaron a tu puerta y ese hombre te dijo aquellas palabras que te rompieron de inmediato. Fue como si al abrir aquella puerta hubieras dejado pasar al dolor, con sus garras dispuestas y sus dientes afilados. Ese dolor que había acechado meses por tu calle, alentado por la incertidumbre y el miedo que emanabas. Y justo aquel día se abalanzó sobre ti y te desgarró. Te destrozó, te rompió de todas las maneras posibles y cuando terminó contigo, te dolía todo. Incluso respirar, incluso vivir. Y aunque habías saboreado muchos finales anteriormente, finales amargos, dolorosos y delirantes, ese te golpeó inesperadamente, porque tenías la guardia baja, porque no te lo esperabas. Y ahora me haces sentir culpable. Ya sé que siempre te habían aterrado los finales. Porque significan que no hay vuelta atrás, que se acabó. Y eso es algo eterno.
No te puedes imaginar cuánto lo siento, criatura solitaria, y lo mucho que me dolió verte así. Acurrucada en el frío suelo, con tus ojos desprovistos de toda luz, derramando lágrimas con sabor a hiel, con el rostro inexpresivo, igual que ahora, siendo un triste reflejo de lo que una vez fue, como una mala caricatura hecha por un dibujante con prisa.
Y así te quedaste. Quieta, vacía, sin fuerzas. Tenías frío, demasiado. Estabas helada hasta la punta de los dedos de tus diminutos pies. Lo único que pasaba por tu mente era que tenías que agarrarte fuerte. Cogerte, sujetarte, amarrarte, porque si no el frío separaría sin piedad todas las partes de tu cuerpo. Y también recuerdo que no dejabas de susurrar unas palabras, al principio incoherentes, pero que después entendí a la perfección. Por favor, decías, por favor, sólo te pido un invierno más, por favor. Eso me dolió. Ya sabes que yo te lo hubiera dado, si hubiese estado en mis manos te hubiera entregado todos los inviernos del mundo, pero no pude.
¿Recuerdas cuando nos vimos por primera vez? Yo sí, igual que si fuera ayer. Esa sala, llena de gente, luces, con ese calor sofocante. Tú estabas en el escenario, con las manos sobre tu piano. Habías conseguido enmudecer a todas aquellas personas, habías hecho que se olvidaran de sus problemas. Y entonces lo supe. Mi subconsciente te reconoció de inmediato y pude afirmar con certeza de que eras aquella a la que siempre había buscado. Fue extraño, lo más raro que me había pasado nunca. Así que, aprovechando aquel regalo que me ofrecía el destino, me acerqué después del concierto para hablar contigo. ¿Te acuerdas de lo que me dijiste? Por aquel entonces hablabas mucho, continuamente, con esa voz cantarina y dulce. Y me susurraste que eras incapaz de usar la lógica, que tú lo intentabas, pero no lo lograbas. Que eras una soñadora que creía que todo saldría bien, a pesar de todo lo que estaba pasando por aquella época. También me contaste que tú sólo escuchabas lo que decía tu corazón, porque tu cabeza nunca hablaba. Que en tus prioridades primero iban los sentimientos y luego todo lo demás. Sí, hablabas muchísimo y te enrollabas con cualquier cosa. Ahora ya no dices nada. Ahora crees que no sirve de nada ese montón de palabras, esos sueños que han caído sepultados por tu desesperanza.
Ojalá. ¿Recuerdas lo mucho que odiabas esa palabra? Ojalá. Decías que era una palabra espantosa que sólo reflejaba algo que deseas mucho pero que no puedes conseguir jamás. Pues yo hoy la voy a usar. Desde que me marché no dejó de hacerlo. Tengo millones de ojalás amontonados por el suelo. Algunos amargos, otros esperanzadores e incluso unos pocos soñadores. Aunque a esos les salieron alas y se marcharon hace tiempo. Ojalá pudiera estar ahí, te echo de menos.
A veces intento que el mundo se colapse. Desearía tanto que un día chocáramos y que las chispas que saltaran nos fundieran de tal forma que cuando nos separáramos de nuevo yo pudiera tener algo tuyo, como tu risa o el aire que inspiras en cada bocanada y tú algo mío como mi esperanza (que falta te hace) o mis recuerdos donde pudieras ver cómo te miraba y que sentía cuando aparecías con esa sonrisa y con los ojos brillantes.
También cabe la posibilidad, de que al chocar dejáramos de existir y nos fundiéramos con el universo. Infinitos, etéreos, legendarios, únicos. Y entonces podríamos pasar la eternidad entrelazados, unidos. Pero es solamente un sueño. Quizás… si no estuviéramos a años luz, si no fuera tan grande esta maldita distancia que nos separa a pesar de que ahora mismo puedo verte perfectamente.
¿Sabes que aquel día en el que te rompiste yo tenía mucho miedo? No sé si habrás pensado en eso, pero yo estaba aterrado. No entendía dónde estaba, ni qué estaba pasando. Me quedé quieto, en medio de ninguna parte, esperando a que alguien me encontrara, deseando que me estuvieras buscando. Pero era imposible, me volví invisible y no tengo ni idea de cuánto tiempo va a durar esto.
Ya ha pasado el tiempo, pero creo que sigo sin entenderlo. Aquí todo va demasiado rápido, aquí todo es muy grande. Es como un desierto gigante en el que de pronto te encuentras un océano que apaga el calor. Es todo tan brillante. Es todo mentira. No sé, quizás no encaje nunca aquí. Supongo que no. ¿Cómo podría encajar en un sitio en el que tú no estás?
A veces me tiemblan las rodillas y siento que la brisa más ligera podría derribarme. Luego me río. ¡Aquí nunca hay viento! Aquí nunca pasa nada. Sólo puedo quedarme sentado, o quizás estoy flotando, mirándolo todo, atontado por la densidad del aire, escuchando conversaciones ajenas de gente que no he visto nunca, viendo cómo se mueven y continúan con sus vidas, sin saber que les observo.
Y cuando me quedan fuerzas, grito. Te llamo todo lo alto que puedo, asombrado de que aunque estoy frente a ti, tú no puedes verme. Y maldigo todo, el mundo, las guerras, las armas. Maldigo aquella tarde en la que salí al campo de batalla, alentado por un discurso que hablaba de lo fácil que sería la victoria, y ya no regresé nunca más. Ahora estoy muerto.


viernes, 27 de abril de 2012

Me costó un universo entenderlo


Las tempestades que se enredan en tu figura.
El huracán que impulsa tu melodía.
El fuego abrasador que siempre termina en tu risa.
La luz que de tus lágrimas sale y todo lo fulmina.
Las olas que ya no se mueven por la luna,
porque sólo hacen caso cuándo tú las llamas.
El viento que a tu lado me arrastra.
Y yo ya lo sabía,
pero me costó un universo entenderlo.
Y era mágico.
Volábamos impulsados por el aire
que se escapaba de mi respiración entrecortada.
Nadábamos en un mar rosa y delirante.
Bebíamos de la lluvia como colofón.
Subíamos a montañas hechas de melocotón.
Era único.
Bailar con los ojos,
iluminarlo todo con sonrisas.
Y te juro que lo sabía,
pero aún así me costó un universo entenderlo.
Porque la vida sigue más allá de tu silueta.
Porque el amor es inacabable e inmensurable.
Porque el agua también es bella cuando está calmada.
Porque se puede volar sin tener que interrumpir a los instrumentos.
Porque nada de eso iba a durar.
Y me costó un universo entender que eras voluble.
Que nadie podía controlarte ni atarte.
Que tu fuerza era tu debilidad y te acabarías consumiendo.
Me costó un universo entenderlo
y cuando lo hice ya era tarde.
Ahora sólo me queda el recuerdo,
que creí mío y no es de nadie.
Ahora sólo me queda tu cuerpo de madera
y en la otra mano tus cuerdas rotas.
Te has convertido en un ser inanimado
y todo por mi ímpetu.
Has dejado de ser mi compañera de aventuras
y aunque ya lo sabía,
guitarra mía,
me costó un universo entenderlo.

martes, 24 de abril de 2012

Dijo que estar enamorado era...

Dijo que estar enamorado era ser capaz de no respirar durante siglos.
Dijo que estar enamorado era sorprenderte con cada día que pasa aunque sea exactamente igual que el anterior.
Dijo que estar enamorado era equilibrarse y desequilibrarse a partes iguales.
Dijo que estar enamorado era estar de acuerdo en todo y a la vez en total y absoluto desacuerdo.
Dijo que estar enamorado era descubrir la diferencia entre un ``te quiero´´ y un ``te amo´´.
Dijo que estar enamorado era pasarse horas sin decir nada, porque las palabras siempre sobran aunque suenen bien.
Dijo que estar enamorado era saber que cualquier momento a su lado es mejor que cualquier otro momento.
Dijo que estar enamorado era descubrir que nunca sabes lo que va a pasar.
Dijo que estar enamorado era sonreír cada vez que os encontráis aunque tu día haya sido una autentica mierda.
Dijo que estar enamorado era enfrentarte contigo mismo, conocerte y crecer.
Dijo que estar enamorado era descubrir que la perfección no existe, pero que tampoco la necesitas.
Dijo que estar enamorado era darte cuenta que no sabes nada.
Dijo que estar enamorado era no poder vivir sin el otro.

Yo no dije nada, Me callé y pensé en las veces que se habían enamorado de mí. Pensé en las que lo había hecho yo. Y con una sonrisa, me di cuenta, que si todas aquellas palabras eran ciertas, yo lo estaba en ese mismo momento.

domingo, 25 de marzo de 2012

Café

Me encantaban esas mañanas, despertarme contigo y verme en tus ojos. ¿Cuánto hace que no lo hago? Demasiado.
Nos gustaba levantarnos cuando las calles llevaban horas ya puestas y toda la gente estaba activa. También me gustaba mirarte fijamente mientras dormías y golpearte suavemente con el dedo mientras decía:
-¿Estás despierto?
Y tú, que no lo estabas, te despertabas y me mirabas soñoliento. Y yo reía. ¿Te acuerdas de todo esto? Lo que no consigo recordar, por mucho que me esfuerce, es por qué dejamos de hacerlo. Creo que me lo explicaste, que me dijiste algo extraño sobre unos compromisos importantes y unas reglas que había que cumplir. Yo sé que asentí e hice como que lo entendía. Pero no lo hago. Te echo de menos. Todo está al revés, pero me engaño y te dejo ir. Ya me sé las consecuencias de todo esto y tú también.
Aunque siempre me queda cerrar los ojos e imaginar. Imaginar que nada ha cambiado cuando ya nada es igual. Imaginar que no estoy imaginando y entonces siento que todo va bien. Y sonrío, soñar no hace daño. Al menos mientras lo haces, cuando despiertas ya es otra cosa.

Estoy recordando, ahora mismo, cómo olía el café cargado de por las mañanas. Lo adoraba. Así me gusta beber a mí el amor. Algunos lo hacen en copas de ginebra abrasadora, otros en vinos recatados. Yo no. A mí el amor me gusta que sea como una buena taza de café. Intenso, fuerte, amargo. Que no me deje dormir ni un segundo, que me mantenga despierta sin que me dé cuenta. Que no empalague, que no emborrache. Pero, eso sí, que cree adicción.

lunes, 27 de febrero de 2012

Para cuando me digan que debo integrarme

He visto como buenas personas ``se hacían mayores´´. He visto como amigos de verdad se marchaban. Amigos con los que compartía sueños, de esos con los que te inventas mil historias y haces mil locuras. He visto como una joven pura, sin maldad, destrozaba todo lo que tenía y se volvía cruel y engañosa. Vendiendo todo lo que había amado alguna vez para conseguir dinero para comprar tabaco. Les he visto marchitarse, yendo a discotecas mugrientas y pasando las tardes en un banco con un vaso de plástico lleno de alcohol en sus manos. Les he visto denigrarse hasta más no poder, renunciar a todos los valores y desperdiciar su vida. Les he visto perderse mil sensaciones, crecer demasiado rápido, perder la inocencia antes de tiempo. He visto como el alcohol y las drogas me arrebataban a gente buena, los convertían y me dejaban atrás por no querer ser como ellos. He visto como cada vez empiezan más pronto. He visto de todo y por eso lo digo bien alto: me niego a ser “normal”, me niego a salir con ese tipo de gente, me niego a ir a botellones aunque luego yo no beba, no, me niego rotundamente a ser como ellos. Y pueden llamarme rara, marginada y todo lo que se les pase por la cabeza. Pero yo seguiré siendo yo, con mis firmes convicciones, siempre.
Ya lo he dicho, que el mundo se dé por enterado.

martes, 14 de febrero de 2012

Love

El año pasado cometí muchos errores. Ahora sé lo tonta que he sido. Confié en la persona equivocada, entregué mis sueños a alguien que no era capaz de ver nada más allá de él y su ego. Y me partí en cachitos diminutos. Así que pensé que jamás volvería a confiar en alguien. ¿Para qué? Todas las relaciones terminan, todo se acaba. ¿Para qué arriesgarse si sabes que al final te romperán el corazón? Ellos no lo entienden, no saben lo mucho que sufrí. Él me hizo dudar de todo lo que yo conocía. Ojalá pudieras ponerte en mis zapatos, para que vieras lo horrible que me siento. Estuve mucho tiempo mirándome en el espejo y preguntándome quién había ahí. Al final del día siempre estaba el mismo reflejo, insegura, vacía. Pero todo cambia, todo pasa. Sólo hay que conocer a la persona correcta. Y estas palabras son para esa persona, que me ha hecho darme cuenta de lo que soy, de quién soy.


Y para ti, fiel consejero, escuchador de palabras sin sentido y amigo fiel: gracias. Gracias por recordarme que no estoy sola, gracias por hacerlo todo más fácil cuando la vida se complica. Gracias por demostrarme que sigo siendo una romántica empedernida que nunca dejará de creer en el amor.


miércoles, 1 de febrero de 2012

Supuestos

Chica estúpida. Chica que esperas a algo que no va a llegar nunca. Chica inocente como ella sola. Chica con los ojos brillantes. Chica ilusa y perdida. Chica a la que nunca le salen bien sus planes.
Eso es lo que has dejado en mí.
Malo, eso es lo que eres. Despiadado y maléfico. Te lo has llevado todo. No sé cómo no te resbalas al andar y pisar el charco que han formado mis lágrimas. No miraste atrás para ver lo que habías hecho. Insensible, apático y cruel. Quizá tenía que haberme dado cuenta antes. Tendría que haberme marchado. Nada es peor que esto y esto es todo lo que tengo. ¿Hemos terminado? ¿Eso es todo? ¿Te vas a ir así? Bien, pues llévatelo todo, no quiero que dejes nada. Ni un recuerdo, ni una lágrima, ni una excusa. Llévatelo todo y coge también mis sentimientos, ya no los quiero. Si al menos supieras que todo lo que he hecho era por ti. Si al menos fueras consciente de cuanto te quise. ¡Por todos los dioses, qué tonta he sido!
Yo estaba perdida, mi corazón caía entre zarzas puntiagudas. Estaba oscuro y yo estaba acabada. Pero entonces me encontraste y pude ver la luz. Yo, que siempre temblaba, pobre insegura, me hice fuerte a tu lado. Pero hay una parte de ti que nunca me enseñaste. Pero llegó un día en el que la vi. Las cosas que decías no podían ser verdad. Siempre, hicieras lo que hicieras, siempre ganabas. Tenías un lado oscuro que me hacía temblar. Y cada vez que pronunciaba tu nombre era como si me quemase. Cuando estaba contigo me convencías de que no había nada mejor que estar juntos. Pero había en ti un lado oscuro que me aterrorizaba. Y supe que tenía que terminar. Pero incluso ahora que estamos separados, no sé cómo seguir adelante.
¿Recuerdas ese día? Estábamos tan cerca que podías haber empezado una guerra. Todo en lo que creí una vez estaba desparramado por el suelo, sin ningún sentido. Pero aun así, sabía qué hacer. No podías continuar dándole la vuelta a las cosas. Junto a ti ya no podía respirar. Y me fui.

Y ahora, por mucho que lo intentes, no voy a dejar que te acerques lo suficiente a mí. No, ya he aprendido. Es hora de decirnos adiós, definitivamente. Ya no te necesito. Nunca más.

miércoles, 4 de enero de 2012

Nostalgia

Nostalgia, así se llama,
aquella que no deja de volar jamás.
Nostalgia, así la nombran,
ya que vive en un sueño sin final.
Nostalgia, así sufre,
se quiebra y se marcha,
dejando todo atrás,
cerrando todas la puertas que la pueden llevar a la verdad.
Nostalgia, a la que siempre buscan,
todos los que la conocen imploran por volverla a ver,
todos en busca de poder conocerla un poco más,
pero ella jamás les da la oportunidad.
Porque su dolor es inmenso y su tormento siempre el mismo.
Le ve, siempre desde lejos,
y no para ni un instante de preguntarse
si aquello también fue un sueño.
Le ve, sin atreverse a preguntar,
aún con aquel ``te quiero´´ resonando en sus oídos.
Le desea que sea feliz con todo su corazón,
porque ella, Nostalgia,
jamás podrá serlo, no sin él.
Pero eso él aún no lo sabe.
Nostalgia, la que se encierra en su cuarto a suspirar.
Aquella que odia su rostro y que maldice el mundo.
Nostalgia, esa con un ramillete de miedos.
Miedo a no encontrar a nadie.
Miedo a no poder amar.
Nostalgia, mítica, legendaria,
Que vive de recuerdos y de ilusiones.
Nostalgia, vacía y sola,
siempre esperando a que él regrese
y le devuelva todo lo que se llevó.