martes, 15 de diciembre de 2015

Quiéreme.

A veces me gustaría desaparecer. Desaparecer yo antes de que me hagas desaparecer tú. Me gustaría entenderte, saber por qué.
Quiero que me embauques, que me digas que todo va a ser igual que antes, que me hagas sentir segura. Quiero que me quieras. Sin más. En realidad es sólo eso: quiéreme. Quiéreme en mis momentos depresivos donde el mundo lo veo a través de un filtro oscuro y manchado por el desánimo. Quiéreme cuando esté radiante de alegría y me sienta capaz de comerme el mundo. Quiéreme en mis silencios y en mis suspiros. Quiéreme en las madrugadas en las que descubramos nuevos mundos. Quiéreme sin querer, sin darte cuenta, pero no me quieras sin ganas. Quiéreme siempre, porque yo lo hago. Cuando me gritas, cuando me haces sentir por debajo, cuando me ahogas. Aun ahí te quiero. Cuando a tus ojos soy una más, cuando piensas que hemos perdido la conexión, cuando te olvidas de quién soy. También te quiero en esos momentos. Incluso cuando te odio, te sigo queriendo.

Te echo de menos.
Y sí, ya sé que estás aquí,
pero aun así te echo de menos.

jueves, 26 de noviembre de 2015

Me hubiera gustado poder parar el tiempo aquella noche. Y quedarnos eternamente en aquella calle, en aquel instante. Quería hacerlo, de verdad. No me refiero a parar el tiempo en el momento en el que me besaste y me dijiste te quiero, no te equivoques, pararlo antes. Antes de que todo se estropeara con ese gesto. Porque ahora, sabiendo lo que sé, me gustaría poder quedarme congelada en esos instantes en los que todo iba bien y ni tú ni yo habíamos hecho nada por lo que nos odiaríamos después durante años.

domingo, 22 de noviembre de 2015

Pensé que podría haberte conocido.

No sé si alguna vez llegamos a conocernos. No me refiero a un simple escrutinio, a unas pocas palabras de cordialidad, a una opinión plana y sin fondo. No, yo me pregunto si nos conocimos de verdad. También me pregunto hasta qué punto fue, hasta qué escondrijo entraste y me descubriste. Me pregunto si llegaste a identificar mis emociones por mi tono de voz; si reconocías que me acercaba por el sonido de mis pisadas; si entendías mis temores, mi rabia, mi odio y todas esas emociones oscuras, que a veces me hacen pensar que no soy buena persona, que así no me va a poder querer nadie. Me pregunto si llegaste a reconocer cada parte de mi cuerpo por la textura de mi piel, si entendiste mis cicatrices. Y me lo pregunto, porque los días han ido pasando sin darme cuenta, tan lentamente que ahora se me ha hecho corto. El tiempo ha sido tan sigiloso como lo fuiste tú el día que te fuiste. Traicionero, sutil, letal. Y ahora sólo recuerdo de ti anécdotas incoherentes, que no concuerdan con lo que yo creía que llegamos a tener.

Y quizás es mejor que no lo sepas, sí, probablemente no deberías saberlo. Pero aquella noche, aquella última noche, cuando nos despedimos en aquel parque, volví a casa con un único pensamiento en mi cabeza. Pensé que durante unos segundos, tan efímeros que a veces dudo de si existieron de verdad, estuvimos justo en el mismo lugar. No físicamente, claro, físicamente estuvimos en el mismo sitio muchas veces. Me refiero a otro plano, uno en el que yo deje de ser yo y tú dejaste de ser tú y fuimos uno solo. Nos fundimos por unos instantes de comprensión tan extraños como atrayentes. Pero después de esa noche ya no volví a verte. Por eso no puedo dejar de repetir en mi mente aquel momento. Quizás lo recuerde hasta que vuelva a verte. Quizás se me olvide en el momento en el que tú me recuerdes.

Y es una pena, porque podría haber sido la perfecta amante. La de la insaciable curiosidad por conocerte, la de la comprensión infinita. Podría haberte consolado cuando te asediasen las desgracias. Podría haberte besado con infinito ardor cuando me devorases con la mirada. Podría haber fingido que todo iba bien incluso cuando sabía perfectamente que todo estaba mal. Podría haberte querido más que a nada…

Podría haber pasado todo eso.
Sí, podría.
Pero ya sabes que el futuro no se escribe en condicional.
Que el condicional sólo sirve para cosas,
que no ocurrirán jamás.
Podría, claro que podría.
Pero al final no podré.

miércoles, 15 de abril de 2015

Mi guía.

Te voy a echar mucho de menos cuando tengamos que separarnos. Me he acostumbrado a ti. A tu mirada, a la forma en la que te sientas, a cómo te pasas la mano por el pelo, a tu forma de hablar. Me he acostumbrado a que me comprendas, a que me sonrías, a que me digas lo especial que soy, tanto con la mirada como con palabras. Me he acostumbrado a que pueda hablar contigo de cualquier cosa. Y cuando digo cualquier cosa es en serio, sí, de eso también. Incluso, me he acostumbrado a esos abrazos que me robas y que, aunque no lo vaya a reconocer nunca en voz alta, empiezan a gustarme un poquito. Me he acostumbrado a contártelo todo, como nunca antes había hecho con nadie, a ver en tus ojos cómo te duele mi dolor. No podría tener un público mejor. Cuando te llevas la mano a la boca, cuando susurras casi sin hablar un "qué horror", cuando compartes conmigo tu pasado y me haces sentir un poco más cerca de ti.
Siempre he odiado el hablar de cosas dolorosas que me han pasado porque no soporto esa cara de pena de la otra persona, la lástima. No puedo con ello. Pero en ti no he visto eso ni una sola vez, sólo comprensión, cariño y ganas de ayudar. Me he acostumbrado tanto a ti que ya soy capaz de predecir algunos de tus gestos, actos o palabras. Y, hoy en día, no puedo concebir mi vida sin ti. Por eso, cuando pienso en el final, en nuestro final, siento un vacío enorme que sé que va a ser difícil de llenar. Eres divertido, inteligente, brillante y no sé dónde voy a encontrar a alguien así. Te voy a echar mucho de menos cuando nos separemos y, por eso, espero que ese momento aún esté muy lejos para así no tener que enfrentarme ahora a él.
A veces me pregunto... Si yo te hubiera conocido antes, si tú me hubieras conocido después... Quizá yo podría haber calmado tu dolor, quizá tú no tendrías que ser quien eres conmigo y podríamos ser otra cosa, dos almas en una situación distinta, encontradas por casualidad, sin estar condicionadas por la distancia evidente que, como es lógico, se interpone entre nosotros. Quizá...

lunes, 30 de marzo de 2015

El final de mi invierno

Llevaba un tiempo perdida. Después de su marcha me sentí tan vacía y sola. Había puesto todos mis sueños en una persona y esa persona me falló. Nada nuevo, pero a mí, esta última vez, me destrozó como nunca lo había hecho. No tenía nada, no quería continuar. Y entonces, apareciste.
Desde el primer momento en el que te vi, supe que eras especial. Brillabas. Sí, parece sacado de una mala novela, pero es así. Hay personas que destacan sobre otras, simplemente eso.
Es curioso, ahora ni siquiera recuerdo cómo pude hablarte. En aquella época era tan frágil que sabía que un simple roce me rompería en mil pedazos, así que me metí en una burbuja y decidí quedarme ahí. No más daño, no podía soportar ni un golpe más. Pero cuando te vi, supe que podía confiar en ti. Llámalo destino, presentimiento o como quieras, pero tengo la sensación de que tú y yo teníamos que encontrarnos.
No me costó mucho darme cuenta. Eras todo lo que yo buscaba, todo lo que siempre había querido, todo lo que necesitaba justo en ese momento. Sé que no lo sabes, pero me salvaste. Me sacaste de aquel pozo oscuro y frío y me devolviste a la vida. Así de especial eres. Es curioso, pero apareciste justo cuando había perdido toda esperanza, cuando mi fe flaqueaba. Apareciste en el momento preciso.
Yo siempre he querido parecer fuerte. De eso me han acusado toda mi vida. De fría, de insensible, de impenetrable. “No te dejas conocer”, “parece que no sientes nada”, “podrías dejar de ser un robot sin sentimientos”. Eso es lo que siempre me decía y yo, por mucho que lo intentaba, no podía ser de otra manera. No podía confiar, no podía ser yo. Pero contigo es tan distinto. A tu lado no me importa ser débil, no me importa no parecer perfecta. Contigo puedo mostrar mis sentimientos porque sé que vas a entenderme. Será un efecto colateral de ser almas gemelas.
Nos comunicamos sin palabras, nos arropamos, nos comprendemos. No pensaba que esto pudiera existir. Complementarse así con alguien, tener tanta complicidad, compartir tanto en tan poco tiempo…
Estoy tan poco acostumbrada a sentir que le importo a alguien que no sé cómo actuar, no sé cuánto mostrar Pero, ¿sabes? Por primera vez no me aterra sentir, porque desde que te conocí sé que todo irá bien.
Y tengo la sensación de que durante todo este tiempo he estado esperándote. Y no importa dónde estés o dónde esté yo, porque siempre, de alguna manera, estaré conectada a ti.

Eres todo lo que yo buscaba, todo lo que siempre había querido, todo lo que necesitaba. Y justo cuando perdí la fe... lo encontré en tus ojos.


“You got something I need,
in this world full of people there’s one killing me,
And if we only die once,
I wanna die with you.”

sábado, 28 de marzo de 2015

Dos palabras: se acabó.

Te miro. Me paralizo.
Lo único que sabía hacer hasta ahora era esconder un secreto, fingir, mentir, esconderme. Y, de pronto, me he dado cuenta de que estoy tan cansada de todo eso, cansada de no confiar, de no creer.
Y entonces….
Me pregunto qué pasará si me acerco lo suficientemente a ti, si al final te dejo verme… Me pregunto si me querrás a tu lado, si no huirás, si no te asustaré. Me pregunto si me querrás, incluso cuando descubras que no tengo nada que entregar, que estoy completamente vacía.
Y todavía me lo sigo preguntando, porque no dije nada. Seguí con mi máscara puesta, no te dejé ver.
Y fui feliz durante un tiempo, pero cada vez más frecuentemente me invadía la sensación de que tú no estabas conmigo, que no me querías a mí. Tú estabas con el papel que yo interpretaba y, llegados a un punto, eso no fue suficiente. Tú no sabías nada, pero a mí eso me estaba matando.
Y entonces, con dos palabras, dos míseras, austeras y cobardes palabras, conseguí trastocar el tiempo y volverlo todo del revés. Trasformé el día en noche y la primavera en invierno. Y tú y yo estamos condenados a morir de frío porque no me atreví a dejar que me aceptaras.


Y ahora, después de que el frío nos haya hecho insensibles y los milenios hayan pasado sobre nosotros, ahora me pregunto qué pasaría si volviésemos a vernos. Y, por unos instantes, me pregunto qué ocurriría si yo pudiera verme con tus ojos. Me tendría cara a cara, sería tú, sentiría lo que tú sientes y sabría lo que estás pensando. Quizás así, sólo así, me atrevería a confesártelo todo, a quitarme mi armadura, a derribar mis murallas y a mostrarme como soy. 
Pero eso es imposible, eso no va a pasar. Porque tú eres tú y yo soy yo y jamás sabremos cómo es verse con los ojos del otro.

domingo, 1 de marzo de 2015

Ich möchte dass du es bist.

Hay alguien que me sostiene cada vez que caigo, que no me ayuda a levantarme porque sabe que tengo que aprender a hacerlo sola. Hay alguien que me hiere profundamente, consciente e inconscientemente, algo razonable después de tantos años, de tantas experiencias, de tantos gritos, de tantas lágrimas. Hay alguien que me entiende con una mirada, que sabe ver más allá. Hay alguien que cuida de mí de una forma brusca y dura, alguien a quien le pierden las formas, pero que no tengo duda alguna que daría la vida por mí. Alguien que me hace perfectamente consciente de que estoy viva, me da razones por las que vivir y me recuerda que tengo que ser fuerte. Alguien que me necesita. Alguien que me confunde, que a veces me ha hecho sentir sola, pero que es la única que ha estado ahí siempre. Alguien que me obliga a preocuparme, que me obliga a sentir. Alguien a quien tengo que dejar ver mis sentimientos. Alguien de la que siempre voy a tener su amor.

Hay alguien a quien yo necesito por encima de todo, alguien que su ausencia me produciría un vacío imposible de llenar. Hay alguien que, aunque se niegue a admitirlo, conozco a la perfección y puedo reconocer miradas, palabras, expresiones e incluso saber qué está pensando a distancia en ciertas ocasiones. Alguien que es mi utensilio de medida para momentos importantes en los que me pregunto qué haría ella, cómo lo arreglaría, porque sé que ella siempre sabe cómo hacer las cosas bien. Hay alguien a quien yo desespero hasta límites insospechados, pero que también hago emocionarse y sonreír, como espero que esté haciendo en este preciso momento. Hay alguien ahí a la que intento ayudar a que no sea tan duro seguir vivo. Alguien a quien intento apoyar y consolar, siempre que lo necesite. Alguien a quien conozco hasta tal punto que sé que cuando las lágrimas aparecen en sus ojos es mejor fingir que no están ahí, alguien con la que sé cómo actuar, y eso no es muy común. Alguien a la que he odiado puntualmente, alguien que me ha hecho sentir horriblemente mal, pero a la que quiero con todas mis fuerzas, la única por la que no dudo de mis sentimientos, la única por la que entregaría mi vida. Alguien que me gruñe cada vez que me siento en su silla, invado su ordenador o me como su comida, pero que me sigue dejando hacerlo. Alguien que me dijo que nunca sería mi amiga, porque las madres no pueden ser amigas de sus hijas, pero que mintió. Alguien a quien siempre (menos cuando suena el teléfono *_*) está ahí cuando quiero contarle mis cosas, alguien que me cuenta sus problemas de una forma que, hay que reconocerlo, no haría ninguna madre con su hija. Alguien a la que, aunque no sé dé cuenta, tengo que cuidar. Alguien a quien tengo que obligar a seguir viviendo.

Hay alguien que me hace darme cuenta que siempre estará ahí, recordándome que está tan asustada como yo de estar viva.

¿Relación perfecta? ¿Quién la necesita?
Feliz cumpleaños, mamá. Quizás la razón por la que no tengo suerte encontrando a gente que merezca la pena es porque llené el cupo contigo porque, ni aunque me pasara toda una vida buscando, encontraría una persona mejor que tú.

Con todo mi cariño, tu desastre contradictorio.

miércoles, 28 de enero de 2015

Hay personas...

Hay personas que se sientan a ver la vida pasar, encerrados en su burbuja donde nada puede herirlos. Hay gente que se tapa los oídos con fuerza cuando alguien llama a su puerta, rezando para que la voz que oyen se apague y ellos puedan volver a su tranquilidad. Hay personas que viven con el miedo tan arraigado dentro, que para ellos una simple caricia es como una llamarada ardiente y dañina. Hay gente que tiene acumulada tanta rabia, tantos pensamientos negativos, que prefieren quedarse al margen, odiando lo que les rodeada. Hay personas que deciden no escuchar por miedo a que les cuenten una mentira que derribe sus cimientos.
¿Crees que no lo sé? Ya sé que es una forma de protegerse, ya sé que normalmente en estos casos alguien llegó primero y sembró el caos, el dolor, la destrucción. Y también sé que no hay nada que se pueda hacer, que no se puede devolver la fe a alguien que se niega a sentir.
Y hay gente que se dedica a ver el mundo con los ojos de otros, tomando sus miedos y sus experiencias como propias, sin atreverse a vivir para no sufrir lo que han sufrido otros. Hay personas que prefieren sacrificar risas, miradas cargadas de sentimiento, emociones, con tal de evitar las lágrimas. Hay gente que jura, con el corazón roto, que jamás volverá a creer promesas ni esperanzas, porque en ese momento sólo pueden recordar las palabras que les han dicho y que nunca se han cumplido, las traiciones. Hay personas que prefieren dormir con su soledad día a día, que entregar sus noches a alguien que pueda robárselas. Gente que sabe que es más fácil odiar y renegar que ilusionarse y confiar. Personas que no pretenden vivir, que hace tiempo que se rindieron en eso, y ahora sólo esperan sobrevivir. Hay gente que huye de inmediato en cuanto les surge una batalla, suponiendo que siempre la perderá, en vez de quedarse y arriesgarse. Hay personas que se protegen tanto que sólo se hieren a sí mismas, que prefieren ser un mártir, arroparse en las penas y las excusas. Gente que se pasa la vida esperando un milagro, sin hacer nada para cambiar, sin aceptar realmente que el mundo es así y que hay que vivir con ello.
Y yo, yo no quiero ser como esas personas. Yo quiero arriesgarme a la mínima posibilidad, no renunciar, provocar llamaradas y bailar en su interior. Yo… no estoy dispuesta a sentarme a esperar y morir. Yo quiero vivir.