martes, 28 de agosto de 2012

Falling down


Parece que se me olvida lo fácil que es caer, como si todo lo que hubiera vivido en el pasado no me sirviera de experiencia para no cometer los mismos estúpidos e incoherentes errores. Yo no soy tuya, hace mucho que ya no soy de nadie, no desde que pasó aquello. Y está claro que tú no eres mío, por lo de ser un alma libre y todo eso que te gusta tanto predicar. Y ya recuerdo por qué dejamos de vernos, pero tú parece que no lo haces. Porque vienes por la noche, de repente, te cuelas en el hueco que dejan mis suspiros con la pared y me miras de nuevo con esos ojos suplicantes, pidiendo perdón, pidiendo clemencia, pidiéndome que te bese de nuevo. ¡Y, maldita sea, no es mi culpa! Pero es que eres irresistible. Y, en realidad, aunque me niegue, aunque no quiera reconocerlo, es lo único que quiero. Es lo único que siempre he querido. Y tú también. Ya sabes que tú y yo somos iguales.

Me haces sentir bien, al menos el tiempo que estoy contigo. Y no dejo de tener esa sensación de que te conozco mejor que tú mismo. Pero es que también tengo la sensación de que yo me pierdo en cada suspiro que exhalas. Y no puede ser. Pero es que eres tan dulce… Oh, dios mío, estoy perdida. Esto puede convertirse en un mal hábito. Tú. Tú y tus ojos brillantes. Tú y tus palabras zalameras. Tú y tu sonrisa descarada. Tú y sólo tú. El problema es que al volver a casa, él me espera y con su ignorancia me hace sentir más culpable. Y me pregunta: ``¿Te lo has pasado bien en el teatro, cielo?´´. Y yo, tragándome las ganas de confesar y de suplicarle que no me deje caer de nuevo, le contesto: ``Sí, el próximo sábado voy a volver. Estrenan una obra buenísima´´.