lunes, 30 de marzo de 2015

El final de mi invierno

Llevaba un tiempo perdida. Después de su marcha me sentí tan vacía y sola. Había puesto todos mis sueños en una persona y esa persona me falló. Nada nuevo, pero a mí, esta última vez, me destrozó como nunca lo había hecho. No tenía nada, no quería continuar. Y entonces, apareciste.
Desde el primer momento en el que te vi, supe que eras especial. Brillabas. Sí, parece sacado de una mala novela, pero es así. Hay personas que destacan sobre otras, simplemente eso.
Es curioso, ahora ni siquiera recuerdo cómo pude hablarte. En aquella época era tan frágil que sabía que un simple roce me rompería en mil pedazos, así que me metí en una burbuja y decidí quedarme ahí. No más daño, no podía soportar ni un golpe más. Pero cuando te vi, supe que podía confiar en ti. Llámalo destino, presentimiento o como quieras, pero tengo la sensación de que tú y yo teníamos que encontrarnos.
No me costó mucho darme cuenta. Eras todo lo que yo buscaba, todo lo que siempre había querido, todo lo que necesitaba justo en ese momento. Sé que no lo sabes, pero me salvaste. Me sacaste de aquel pozo oscuro y frío y me devolviste a la vida. Así de especial eres. Es curioso, pero apareciste justo cuando había perdido toda esperanza, cuando mi fe flaqueaba. Apareciste en el momento preciso.
Yo siempre he querido parecer fuerte. De eso me han acusado toda mi vida. De fría, de insensible, de impenetrable. “No te dejas conocer”, “parece que no sientes nada”, “podrías dejar de ser un robot sin sentimientos”. Eso es lo que siempre me decía y yo, por mucho que lo intentaba, no podía ser de otra manera. No podía confiar, no podía ser yo. Pero contigo es tan distinto. A tu lado no me importa ser débil, no me importa no parecer perfecta. Contigo puedo mostrar mis sentimientos porque sé que vas a entenderme. Será un efecto colateral de ser almas gemelas.
Nos comunicamos sin palabras, nos arropamos, nos comprendemos. No pensaba que esto pudiera existir. Complementarse así con alguien, tener tanta complicidad, compartir tanto en tan poco tiempo…
Estoy tan poco acostumbrada a sentir que le importo a alguien que no sé cómo actuar, no sé cuánto mostrar Pero, ¿sabes? Por primera vez no me aterra sentir, porque desde que te conocí sé que todo irá bien.
Y tengo la sensación de que durante todo este tiempo he estado esperándote. Y no importa dónde estés o dónde esté yo, porque siempre, de alguna manera, estaré conectada a ti.

Eres todo lo que yo buscaba, todo lo que siempre había querido, todo lo que necesitaba. Y justo cuando perdí la fe... lo encontré en tus ojos.


“You got something I need,
in this world full of people there’s one killing me,
And if we only die once,
I wanna die with you.”

sábado, 28 de marzo de 2015

Dos palabras: se acabó.

Te miro. Me paralizo.
Lo único que sabía hacer hasta ahora era esconder un secreto, fingir, mentir, esconderme. Y, de pronto, me he dado cuenta de que estoy tan cansada de todo eso, cansada de no confiar, de no creer.
Y entonces….
Me pregunto qué pasará si me acerco lo suficientemente a ti, si al final te dejo verme… Me pregunto si me querrás a tu lado, si no huirás, si no te asustaré. Me pregunto si me querrás, incluso cuando descubras que no tengo nada que entregar, que estoy completamente vacía.
Y todavía me lo sigo preguntando, porque no dije nada. Seguí con mi máscara puesta, no te dejé ver.
Y fui feliz durante un tiempo, pero cada vez más frecuentemente me invadía la sensación de que tú no estabas conmigo, que no me querías a mí. Tú estabas con el papel que yo interpretaba y, llegados a un punto, eso no fue suficiente. Tú no sabías nada, pero a mí eso me estaba matando.
Y entonces, con dos palabras, dos míseras, austeras y cobardes palabras, conseguí trastocar el tiempo y volverlo todo del revés. Trasformé el día en noche y la primavera en invierno. Y tú y yo estamos condenados a morir de frío porque no me atreví a dejar que me aceptaras.


Y ahora, después de que el frío nos haya hecho insensibles y los milenios hayan pasado sobre nosotros, ahora me pregunto qué pasaría si volviésemos a vernos. Y, por unos instantes, me pregunto qué ocurriría si yo pudiera verme con tus ojos. Me tendría cara a cara, sería tú, sentiría lo que tú sientes y sabría lo que estás pensando. Quizás así, sólo así, me atrevería a confesártelo todo, a quitarme mi armadura, a derribar mis murallas y a mostrarme como soy. 
Pero eso es imposible, eso no va a pasar. Porque tú eres tú y yo soy yo y jamás sabremos cómo es verse con los ojos del otro.

domingo, 1 de marzo de 2015

Ich möchte dass du es bist.

Hay alguien que me sostiene cada vez que caigo, que no me ayuda a levantarme porque sabe que tengo que aprender a hacerlo sola. Hay alguien que me hiere profundamente, consciente e inconscientemente, algo razonable después de tantos años, de tantas experiencias, de tantos gritos, de tantas lágrimas. Hay alguien que me entiende con una mirada, que sabe ver más allá. Hay alguien que cuida de mí de una forma brusca y dura, alguien a quien le pierden las formas, pero que no tengo duda alguna que daría la vida por mí. Alguien que me hace perfectamente consciente de que estoy viva, me da razones por las que vivir y me recuerda que tengo que ser fuerte. Alguien que me necesita. Alguien que me confunde, que a veces me ha hecho sentir sola, pero que es la única que ha estado ahí siempre. Alguien que me obliga a preocuparme, que me obliga a sentir. Alguien a quien tengo que dejar ver mis sentimientos. Alguien de la que siempre voy a tener su amor.

Hay alguien a quien yo necesito por encima de todo, alguien que su ausencia me produciría un vacío imposible de llenar. Hay alguien que, aunque se niegue a admitirlo, conozco a la perfección y puedo reconocer miradas, palabras, expresiones e incluso saber qué está pensando a distancia en ciertas ocasiones. Alguien que es mi utensilio de medida para momentos importantes en los que me pregunto qué haría ella, cómo lo arreglaría, porque sé que ella siempre sabe cómo hacer las cosas bien. Hay alguien a quien yo desespero hasta límites insospechados, pero que también hago emocionarse y sonreír, como espero que esté haciendo en este preciso momento. Hay alguien ahí a la que intento ayudar a que no sea tan duro seguir vivo. Alguien a quien intento apoyar y consolar, siempre que lo necesite. Alguien a quien conozco hasta tal punto que sé que cuando las lágrimas aparecen en sus ojos es mejor fingir que no están ahí, alguien con la que sé cómo actuar, y eso no es muy común. Alguien a la que he odiado puntualmente, alguien que me ha hecho sentir horriblemente mal, pero a la que quiero con todas mis fuerzas, la única por la que no dudo de mis sentimientos, la única por la que entregaría mi vida. Alguien que me gruñe cada vez que me siento en su silla, invado su ordenador o me como su comida, pero que me sigue dejando hacerlo. Alguien que me dijo que nunca sería mi amiga, porque las madres no pueden ser amigas de sus hijas, pero que mintió. Alguien a quien siempre (menos cuando suena el teléfono *_*) está ahí cuando quiero contarle mis cosas, alguien que me cuenta sus problemas de una forma que, hay que reconocerlo, no haría ninguna madre con su hija. Alguien a la que, aunque no sé dé cuenta, tengo que cuidar. Alguien a quien tengo que obligar a seguir viviendo.

Hay alguien que me hace darme cuenta que siempre estará ahí, recordándome que está tan asustada como yo de estar viva.

¿Relación perfecta? ¿Quién la necesita?
Feliz cumpleaños, mamá. Quizás la razón por la que no tengo suerte encontrando a gente que merezca la pena es porque llené el cupo contigo porque, ni aunque me pasara toda una vida buscando, encontraría una persona mejor que tú.

Con todo mi cariño, tu desastre contradictorio.