domingo, 28 de agosto de 2011

Se acabó.

Demasiado cerca. Tanto que no puedo pensar. Me retuerzo una vez más. Sobre el fango, sucia y perdida. Ya no me queda nada, todo lo que tenía te lo di a ti. ¿Alguien se acuerda el por qué hemos estado gritándonos durante horas?


Siempre hemos sido extraños. Tú y yo. Seres fríos, que antes de dar un paso hacen mil porcentajes para ver si van a salir heridos. Seres que no se dejan llevar por el corazón. Ese corazón que ahora mismo está lleno de rabia. ¿El tuyo también? Sí, eso es, ódiame. Ódiame hasta que revientes y no quede nada de lo que te di dentro de ti. Ódiame por todo lo que te he dicho, tranquilo, yo también me odio por ello.


Mientras tanto voy a caminar entre la muerte. Esperando a que acabes de odiarme para poder terminar de recoger los trozos de alma que te entregué y que ahora desmenuzas entre tus manos. Oye, ten cuidado, alma no tengo más que una.``Te amaré eternamente´´. Eso dijiste.

La eternidad ha pasado demasiado rápida. Contigo siempre es igual. Todo va demasiado deprisa.

2 comentarios:

  1. En ocasiones la pasión llega con tanta fuerza que se consume demasiado deprisa. Otras veces arde tan despacio que el calor se pierde por las grietas del alma. Otras porque llega siempre tarde cuando todo está frío. Pero sin duda lo peor es que nunca llegue.

    ResponderEliminar
  2. Pasión. La pasión nos consume, nos llama, nos ahoga. La pasión gobierna nuestras vidas y las dirige a su antojo. Y a nosotros no nos queda otra opción que obedecer, porque sin pasión estaríamos muertos. Vacíos y perdidos en un remolino eterno.

    ResponderEliminar