sábado, 19 de noviembre de 2011

Duele


Hay momentos en los que te das cuenta que, definitivamente, no va a funcionar. Y sí, ya lo sé, no hace falta que me lo repitas más veces amor, ya lo he comprendido. Esconderte del dolor no sirve, siempre te acaba encontrando. Pero es un mecanismo de defensa, no lo hago a propósito. Y no es mi culpa, no del todo. Yo me había confiado. El dolor es malo, mucho más que el miedo. El dolor te acecha, te persigue, te deja sin respiración, aprisionándote contra la pared. Y cuando te tiene, te ataca, sin piedad, sin compasión, te desgarra con dientes afilados. Y al final acabas siendo una sombra de lo que eras, nada por fuera y nada por dentro, con los ojos apagados y el alma herida. Y de pronto un día, te armas de valor, sacas fuerzas de flaqueza y te enfrentas con la bestia. Miras al dolor, cara a cara y le dices que ya está bien, que basta de sufrir, que tú te mereces más. Lo rompes, lo destrozas, lo apuñalas con saña, vengándote de todo lo que te ha hecho él antes. Y sonríes. Dulce periodo de calma. Ya está, lo he superado, vuelvo a ser feliz. Pero es mentira. Siempre es mentira. Porque no se puede matar al dolor. Éste se aleja por un tiempo, malherido se va a curar sus heridas. Y un día, vuelve. De la manera más inesperada pero vuelve. Ves el hueco vacío en la cama, vas al cine y no encuentras a nadie a quien coger de la mano, marcas su número para decirle aquella noticia que estabas esperando y de pronto te das cuenta de que ya no os habláis. Y ahí, en todos esos momentos en los que eres vulnerable, el dolor aprovecha y vuelve. Está roto, debilitado, pero con fuerzas. Y es peor, porque tú lo has roto y ahora el dolor vuelve en pedazos, miles de esquirlas que se clavan por todas partes y te dejan sangrando el corazón, te obstruyen las venas, te envenenan el alma. Están por todas partes. Y sonríes, hablas, te comportas como si no pasara nada, pero duele. Duele aquella sonrisa que pones cuando pronuncian su nombre, duele cuando te cuentan que le han visto con otra, duele cuando le encuentras y tienes que saludarle, duelen todos esos regalos que una vez fueron tuyos y que ahora son de un recuerdo. Duele todo, incluso respirar, incluso vivir.

Otra vez sola en este mundo extraño, frío y vano. Acostúmbrate corazón, creo que va para largo.

3 comentarios:

  1. Hay escaleras que te dicen hacia dónde puedes subir, pero nada acerca de lo que te vas a encontrar. Hay algunas que son fáciles de escalar pero no tanto de bajar, y las menos pero más valiosas son las que por muy arriba que te encuentres, lo de abajo te seguirá pareciendo merecer la pena, aunque sepas que se sufre y siente dolor, tendrás motivos para volver. Estas son las escaleras que se deben tomar.

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  2. Parece que yo sólo tomo escaleras que van a dar al vacío. Subo y subo para encontrar que al final del camino no hay nada. Pero seguiré buscando, nunca se debe dejar de probar. Nunca sabes cuando darás con las correctas.

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