Le veo. Se acerca muy despacio, como si no quisiera que me
diera cuenta, pero lo hago. Y no sólo porque veo como los milímetros que hay
entre nosotros se acortan, también lo noto porque su respiración cada vez se
agita más y su corazón late tan fuerte que acabará despertando a los vecinos. Aunque
no puedo protestar por eso, el mío también va a una velocidad desorbitada y
emite tal sonido que ya podrían ser tambores o cañonazos.
Apenas hay ya separación y puedo sentir sus labios en mi
piel. Suben, tan lentamente como se han acercado. Primero por el cuello, dulce,
cálido. Barbilla. Mejilla. Comisura. Se detienen. Temblorosos, dubitativos, con
miedo. Yo cierro los ojos. Sé que dentro de poco ya no podré pensar en otra
cosa. No podré respirar nada más que el aire que salga de sus labios. Sabía que
esto acabaría pasando. Y lo estaba deseando, no creas que no. Pero… ¿qué pasará
cuando termine? ¿Cómo podremos mirarnos después a la cara? ¿Y mañana? ¿Qué
pasará mañana?
Demasiadas preguntas. Voy a quedarme quieta, sí, eso voy a
hacer. Seguiré cerrando los ojos con fuerza y desearé que no se vaya. Que se
quede conmigo. Al menos toda la noche. Es muy probable que esté mal, que
estemos cometiendo un error, que todo se rompa y nos arrepintamos. Ahora eso no
importa. Te diría que tengo la fuerza necesaria para evitarlo y te estaría
mintiendo.
Le estaba buscando. Desde siempre le he buscado. Y él me
buscaba a mí. No hay otra explicación posible. Sé que a él le pasa lo mismo. Tiene
que ser así.
Los errores no existen.
ResponderEliminarWou, me ha entrado un escalofrío mientras lo leía!
¿Escalofrío? ¿Por qué?
ResponderEliminar