martes, 15 de diciembre de 2015

Quiéreme.

A veces me gustaría desaparecer. Desaparecer yo antes de que me hagas desaparecer tú. Me gustaría entenderte, saber por qué.
Quiero que me embauques, que me digas que todo va a ser igual que antes, que me hagas sentir segura. Quiero que me quieras. Sin más. En realidad es sólo eso: quiéreme. Quiéreme en mis momentos depresivos donde el mundo lo veo a través de un filtro oscuro y manchado por el desánimo. Quiéreme cuando esté radiante de alegría y me sienta capaz de comerme el mundo. Quiéreme en mis silencios y en mis suspiros. Quiéreme en las madrugadas en las que descubramos nuevos mundos. Quiéreme sin querer, sin darte cuenta, pero no me quieras sin ganas. Quiéreme siempre, porque yo lo hago. Cuando me gritas, cuando me haces sentir por debajo, cuando me ahogas. Aun ahí te quiero. Cuando a tus ojos soy una más, cuando piensas que hemos perdido la conexión, cuando te olvidas de quién soy. También te quiero en esos momentos. Incluso cuando te odio, te sigo queriendo.

Te echo de menos.
Y sí, ya sé que estás aquí,
pero aun así te echo de menos.

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