sábado, 18 de junio de 2016

Tú siempre has sido la sensación constante de no saber qué hacer.

Y eso no me gustaba, lo detestaba tanto. Quizá por eso no funcionó.
No sé por qué he vuelto a recordarte. Por qué he vuelto a rebuscar en el pasado y a sacarte de esa habitación que cierro con llave cada día. Quizá porque fuiste lo más real que tuve, lo más cercano a la normalidad. Y así, de vez en cuando, baja de defensas y necesitada de una de esas miradas de eres-lo-único-que-quiero-para-ser-feliz y una de esas caricias de te-necesito-te-necesito-te-necesito, pienso en ti. Pienso en aquella noche, aunque ya no tenga sentido. En las cosas que dije y en cómo me mirabas. Pero sobre todo pienso en las cosas que no dije, en tu deseo acallado a base de frialdad, en la nada absoluta que se instaló en el hueco vacío donde según la biología debería estar mi corazón. 
Viéndolo ahora y contando con la perspectiva de los años, se me hace evidente todo lo que no pude ver entonces sólo por el hecho de ser yo la que estaba en ese momento contigo, por estar tan dañada. En ese instante no te vi, ni a ti ni al daño que yo dejaba tras de mí. Tampoco creo que tú me vieras más allá de mis palabras, cuando ya deberías haber aprendido tras tanto tiempo que a mí no hay que hacerme caso por lo que digo sino por lo que callo. 
No sé por qué estoy pensando en todo esto. Porque aquella noche ya no existe, ni esa cama, ni esa invitación. Ni siquiera existe ya Berlín, incluso Madrid y sus paseos interminables hasta perdernos se han esfumado, llevándose consigo todas las fotografías borrosas que nos hicimos.
Y ahora, tan de noche, tan sola, tan nostálgica y tan vacía, preferiría no tener que hablar. Ya sabes que no siempre ha sido así, con lo que me gustaba a mí divagar. Pues ahora no quiero, ahora es diferente. Preferiría no pensar demasiado, sí, has oído bien, yo sin pensar cada opción mil veces por segundo. Pero aunque lo prefiera lo sigo haciendo, en eso no puedo cambiar. Incluso, renunciando a todo, lo que más quiero ahora es que vengas a verme, que me ilumines de nuevo, que me hagas sentir especial. Túmbate a mi lado, como antes. Ignora mis quejas, no dejes que pronuncie una sola palabra o lo estropearé todo de nuevo. Habla tú, enséñame a no pensar, pónmelo fácil. Por favor, déjame continuar donde lo dejamos, aunque de eso hayan pasado eones, aunque ya ni me recuerdes y lo que para mí fue un mundo para ti sólo fue una decepción.
No sé por qué has aparecido en mis pensamientos de nuevo, por qué he tenido que desenterrarte a estas alturas. Será, tal vez, porque con el tiempo he aprendido a mirar, a darme cuenta de lo que pasó. Será porque me da pena, vergüenza y rabia recordarme así. Será porque, de pronto, me he dado cuenta que odio recordarte muerto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario